17 jun 2009

Defensoras y defensores de DH afectados por violencia estatal

Al realizar acompañamiento a víctimas

Por Nancy Betán Santana

México DF, 16 junio 09 (CIMAC).- La violencia ejercida por el Estado obliga a integrantes de las organizaciones defensoras de derechos humanos a adoptar el acompañamiento psicosocial hacia sobrevivientes de violaciones a derechos humanos, como parte de su dinámica cotidiana, señala Clemencia Correa, psicóloga social y profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

Entre las y los integrantes de las organizaciones y sus acompañados psicosociales se crea un vínculo fuerte, creándose un ciclo complejo, explica, en el cual los defensores de derechos humanos pasan a ser víctimas o sobrevivientes por el simple hecho de prestar ayuda a quienes acuden a ellos.

La violencia, que supone la represión contínua del principal agresor, el Estado, sobre las y los sobrevivientes iniciales, afecta de manera importante a las y los defensores acompañantes, quienes en muchos casos presencian la muerte o reciben la noticia de que su acompañado ha sido asesinado.

En este contexto, la represión política produce cuatro fenómenos principales al interior de las organizaciones: ruptura del tejido social, miedo, culpa, impunidad y duda, sostiene Correa.

La ruptura del tejido social se presenta a través de conflictos internos debido a las diversas posturas ideológicas de las y los integrantes que emergen ante los actos violentos acontecidos (hostigamiento, agresiones físicas o muerte), ya sea en contra de los sobrevivientes o de los acompañantes, subraya.

Posteriormente, dice, llega el miedo, estrechamente unido a la confusión que se crea en torno al hecho violento suscitado, pues no se sabe si las represalias serán más intensas o variadas.

Aunado a esto, apunta, aparece la figura de la familia de la defensora o defensor o acompañante, la cual puede ser el siguiente blanco de los agresores. Es justo ahí cuando la culpa los atormenta y descubren que sus posturas políticas e ideológicas tienen un precio.

La mayoría de los actos violentos ejercidos por el Estado queda impune, continúa la experta, y esto conduce directamente a los defensores o acompañantes a dudar y tomar una decisión definitiva en torno a su labor.

¿Lo que hago en realidad vale la pena? ¿Por un caso de miles que llegue a la Corte, sirve de algo arriesgar mi vida y la de mi familia?, llegan a preguntarse.

Para las organizaciones defensoras de derechos humanos, sugiere, el acompañamiento psicosocial debe tomar en cuenta los siguientes objetivos: construir posturas ideológicas y políticas colectivas, conocer las instancias del Estado en las cuales pueden hacerse presentes (pese a las malas experiencias anteriores), y sobre todo, reforzar la razón y misión individual y colectivamente.

En el caso de las muertes de acompañados, se requiere, comenta Correa, la elaboración de duelos donde además de aceptar la ausencia del ser querido, debe entenderse el miedo como un instrumento de presión política y con ese concepto claro, crear mecanismos preventivos y de seguridad en las organizaciones para saber qué hacer en los casos de hostigamiento, por ejemplo.

Por otro lado, las líneas metodológicas establecen la creación de talleres para trabajar en conjunto el manejo de las emociones a través de relatos de las experiencias vividas.

Así, manifiesta, los acompañantes psicosociales organizacionales proveen a las y los integrantes de las organizaciones con herramientas para que su presencia no sea indispensable y no crear una dependencia emocional.

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